miércoles, 30 de noviembre de 2011

Tony Hernández Mena

Más de 200 detenidos durante brutal desalojo del campamento Occupy Los Ángeles (+ Fotos)


Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
Más de doscientas personas fueron detenidas hoy por la policía en el campamento del movimiento “Ocupa Los Ángeles” al negarse a evacuar la zona, informó hoy la cadena CNN.
Los agentes llegaron a primeras horas de la madrugada de hoy y comenzaron a movilizar a los manifestantes con un dispositivo de más de 1.400 efectivos, informó el jefe de la policía angelina, Charlie Beck.
El campamento de Los ngeles, que ha permanecido durante unos 60 días, se había convertido en el más grande que quedaba en Estados Unidos después de que la policía desmantelase Zuccotti Park en Nueva York el pasado día 15 de noviembre.
Oficiales antidisturbios armados con porras cerraron las calles alrededor del ayuntamiento de la ciudad, usando megáfonos para advertir a los manifestantes que debían dispersarse.
Durante la operación, más de una docena de “indignados” se sentó en un círculo cerrado en el centro del campamento con los brazos entrelazados para evitar el desalojo que, pese a los arrestos, finalmente se produjo sin violencia.
En Filadelfia, otros 40 manifestantes fueron detenidos tras un enfrentamiento con la policía durante el desalojo de su campamento.
El movimiento de los “indignados” comenzó hace más de dos meses en Nueva York con el grupo conocido como “Ocupa Wall Street”, que protesta por los excesos del sistema financiero y que se ha ido extendiendo a otras ciudades.
(Con información de EFE)
Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
Occupy Los Angeles, 30 de noviembre de 2011
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(Tomado de Cubadebate)

lunes, 28 de noviembre de 2011


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Un semanario socialista publicado en defensa de los intereses del pueblo trabajador
Vol. 75/No. 43      28 de noviembre de 2011


(artículo principal)
Despedidos exigen
beneficios de desempleo
Gobierno respalda a patrones del azucar
AP/Dale Wetzel
Trabajadores azucareros despedidos y partidarios en mitin en capitolio de Dakota del Norte en Bismarck para exigir que la legislatura cambie su decisión de negarles beneficios de desempleo.

POR FRANK FORRESTAL
Más de 100 trabajadores de la empresa American Crystal, despedidos en un cierre patronal, y sus partidarios, se manifestaron en Bismarck, la capital de Dakota del Norte el 9 de noviembre, para exigir que el gobierno estatal revocara su decisión de negarles el subsidio por desempleo. Trabajadores despedidos de cinco plantas en el Valle del Río Rojo de Dakota del Norte y el noroeste de Minnesota, viajaron a Bismarck para protestar durante la “sesión especial” de la legislatura estatal. Se les unieron miembros de la unión de maestros, la North Dakota Education Association, y de la unión de trabajadores públicos la North Dakota Public Employee Association.
Unos días antes el Comité de Proyectos de Ley Atrasados de la legislatura rechazó una propuesta que hubiera otorgado subsidios por desempleo a más de 400 trabajadores despedidos por la American Crystal en Drayton y Hillsboro, dos pueblos pequeños en el este de Dakota del Norte.
Los trabajadores despedidos en el cierre patronal de las tres plantas de la American Crystal en el norte de Minnesota, y dos plantas procesadoras más pequeñas en Chaska, Minnesota y Mason City, Iowa, sí reciben subsidios por desempleo.
El vocero de la American Crystal, Brian Ingulsrud, dijo a la Prensa Asociada que no estaba a favor de cambiar la ley de Dakota del Norte. La compañía no respondió a llamadas del Militante.
El 30 de julio, los trabajadores de la American Crystal, representados por el sindicato de procesadores de granos BCTGM rechazaron el contrato con grandes demandas de concesiones propuesto por la compañía por un 96 por ciento del voto. Dos días más tarde, los patrones despidieron a 1 300 trabajadores en un cierre patronal en sus siete fábricas. Desde entonces, la American Crystal ha estado operando sus fábricas con casi mil esquiroles.
El 1 de noviembre los miembros del sindicato rechazaron otra oferta un poco diferente por un 90 por ciento del voto.
En su discurso a la 62 asamblea legislativa el 7 de noviembre, el gobernador de Dakota del Norte, Jack Dalrymple, no dijo ni una sola palabra sobre los trabajadores despedidos, pero cantó las glorias de que Dakota del Norte tiene “la mejor economía del país” donde “se puede ver avances en todas nuestras ciudades principales, en nuestros pueblos pequeños y en nuestras granjas”.
En Hillsboro y Drayton, pueblos de 1 500 y 700 personas, muchos de los trabajadores despedidos están atrasados en pagos de hipotecas, y están buscando asistencia para pagar los costos de calefacción, alquileres, alimentos y atención médica.
Durante una visita a la sede sindical en Hillsboro, Jeanie Covert, quien ha trabajado para la American Crystal por cuatro años, dijo, “Muchos de nosotros hemos tenido que vender nuestros muebles y otros artículos personales para poder sobrevivir. Deben de ver el número de entradas de Hillsboro en la Craigslist”.
Muchos negocios en los dos pueblos también están sufriendo debido al corte de ingresos del principal empleador en el área.
Los políticos electos ignoran a los trabajadores del azúcar, dijo Jerry Burdeski, trabajador despedido de la planta en Moorhead, Minnesota. “Los políticos han sido horribles, sobre todo [el senador demócrata de Minnesota] Al Franken, quien anda diciendo que es partidario de los obreros. Debería darle vergüenza. En general ha permanecido en silencio y no se merece ser reelegido”.
Doyle Heden, quien hace poco se jubiló después de 21 años en la planta, descartó a los políticos que dicen que no están tomando partido. “Al no hacer nada, están tomando partido con la Crystal Sugar”, dijo al Militante. “Así lo vemos muchos de nosotros”.


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domingo, 27 de noviembre de 2011


Izquierda en EEUU (1): la historia interna de una ocupación y los no líderes detrás de ella, por Mattathias Schwartz

November 24th, 20116:52 pm @
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Kalle Lasn pasa la mayoría de sus noches barajando recortes adentro de una carpeta de plástico, cada uno de los cuales representa una página de un número de Adbusters, una revista bimensual que fundó y edita. Es un proceso táctil, como hacer un collage, y ocasionalmente Lasn publica una página con sus propias anotaciones escritas a mano. Por este trabajo absorbente adquirió la costumbre de no ver las noticias nocturnas. Así que no fue hasta la mañana del martes 15 de noviembre que se enteró de que cientos de policías se habían concentrado en el bajo Manhattan a la 1 Am y barrido el campamento de Zuccotti Park. Si alguien podía atribuirse responsabilidad sobre la situación en Zuccotti, era Lasn: Adbusters había propuesto la idea del campamento, la fecha en que debía producirse la ocupación inicial y el nombre de la protesta —Occupy Wall Street. Ahora, el epicentro del movimiento había sido víctima de una razzia. Lasn comenzó a pensar de qué modo esto podía ser una buena noticia.
Lasn tiene 69 años y vive con su esposa en una granja de cinco acres fuera de Vancouver. Tiene pelo blanco cada vez más escaso y los ojos pequeños de un bulldog. Con voz musical, habla de “una era oscura que llega para la humanidad” y de “matar al capitalismo”, alternando arranques pasionales con una risa amable. Ha aprendido a no dejar que las premoniciones del apocalipsis arruinen su buen humor.
La revista, que fundó veintidós años atrás, pinta al mundo desarrollado como una pesadilla de colapso ambiental y vacío espiritual, conducida al borde de la destrucción por sus apetitos consumistas. Las imágenes de Adbusters –un lactante tatuado con logos de corporaciones; un Barack Obama sonriendo con una nariz roja de payaso— se combinan con textos igualmente provocativos y se vuelven un montaje paginado. Adbusters no es sólo una revista radical que convoca al fin de la vida como la conocemos, sino que es, por lejos, la que mejor luce.
Lasn recibió la llamada telefónica sobre el desalojo de Zuccotti mientras leía en la cama “The Sense of an Ending” de Julian Barnes. Se levantó y revisó su correo electrónico. Había un mensaje de Micah White, editor senior de Adbuster y más cercano colaborador de Lasn.
“¡Escalofriante timing!”, había escrito White. Más temprano esa misma noche, Adbusters había enviado su más reciente “informe táctico” –un e-mail masivo a los 90.000 amigos de la revista—en el que proponía que los manifestantes de Occupy en el país lanzaran una fiesta a mitad de diciembre, declararan la victoria y se retiraran de los campamentos. Pocas horas después, policías de Nueva York comenzaron a repartir un comunicado en el que se afirmaba que el parque se había vuelto peligroso y antihigiénico, y se ordenaba a los manifestantes que se marcharan, de modo que pudiera ser limpiado. Aquellos que se rehusaron a irse fueron arrestados, y lo que fuera que dejaron fue transportado por el Departamento Sanitario a un depósito en la calle 50 Oeste. Después de una larga noche de marchas y reuniones furiosas, se permitió a los manifestantes volver a Zuccotti, con nuevas prohibiciones contra las tiendas y contra instalarse a dormir. La protesta continuó, pero los 59 días de ruda y anárquica libertad sobre un pedazo de granito del bajo Manhattan se habían acabado.
White encontró a Lasn por teléfono poco antes de las nueve. Lasn estaba en la bañera, y White le contó detalles del desalojo que había encontrado online. La Policía había establecido un estricto cordón contra los medios, bloqueando el acceso desde las calles cercanas. “Fue una operación al estilo militar”, dijo. Estas palabras hicieron pensar a Lasn en el sangriento alzamiento en Siria. Rápidamente decidió que el aparente fin de Zuccotti no era una tragedia sino la última de una serie de oportunidades traídas por la crisis, lo que llama “momentos revolucionarios” similares a la golpiza de un vendedor de frutas de Túnez. “¡No puedo creer cuán estúpido puede ser (NDT: el alcalde de Nueva York, Michael) Bloomberg!”, me dijo más tarde ese mismo día. “Esto significa escalar el conflicto. Subir la apuesta. Es un paso más hacia, sabés, una revolución”.
Lasn y White compusieron rápidamente un plan post-Zuccotti. White redactaría un nuevo memorándum para sugerir que la Fase I –carteles, actos, campamentos, marchas—se había terminado. La Fase II involucraría una bullente estrategia de “ataques sorpresa contra la normalidad”, con la posibilidad de ser “más intensos y viscerales, dependiendo de cómo reaccionen los Bloomberg del mundo”. White podía oír la excitación en la voz de Lasn. Aun cuando despotricaba sobre la contrarrevolución de la mañana, estaba haciendo lo que podía para no saltar de alegría.
Así comenzó Occupy Wall Street: como uno más de tantos planes a medio hacer de las conversaciones entre Lasn y White, quien vive en Berkeley y no ha visto a Lasn en persona por más de cuatro años. Ninguno puede recordar quién tuvo la idea de tratar de tomar el bajo Manhattan. A principios de junio, Adbusters envió un e-mail a sus suscriptores en el que afirmaba que “los Estados Unidos necesitan su propia Tahrir” (NDT: por la Plaza Tahrir, epicentro de la revolución egipcia de este año). Al día siguiente, White escribió a Lasn que estaba “muy animado por el meme (NDT: tópico, idea, etc) Ocupy Wall Street… Creo que deberíamos hacer que ocurra”. Propuso tres posibles websites: OccupyWallStreet.org, AcampadaWallStreet.org y TakeWallStreet.org.
“El No. 1 es mejor”, replicó Lasn el 9 de junio. Esa noche, registró el dominio OccupyWallStreet.org.
White, que tiene 29 años, es hijo de una madre caucásica y un padre afroamericano. “No encajo realmente con un grupo o el otro”, me dijo. Asistió a escuelas públicas de los suburbios, donde comenzó una serie de campañas solitarias contra la autoridad. En la escuela media, con la bendición de sus padres, se rehusó a pararse para la jura de la bandera. En la secundaria, fundó un club de ateos, pese a las objeciones del director. Esto llevó a una aparición en “Politically Incorrect”, y organizaciones ateas invitaron a White a sus conferencias para que diera charlas. “Se me subió a la cabeza”, dijo. “Me convertí en un niño ego. El ego destruye. Era demasiado joven para entenderlo”.
Aunque se define como un “anarquista místico”, White tiene tres reglas estrictas que gobiernan su día: No a las siestas. No a los snacks. Vestite (No naps. No snacks. Get dressed). “Por vestir”, me dijo, “quiero decir pantalones y una camisa. Suficiente como para que si alguien viene a la puerta y golpea no te pongas totalmente en ridículo”. Después de graduarse en Swarthmore, escribió una carta a Lasn, a quien no conocía, diciéndole que llegaría a Vancouver en unas semanas y que quería que lo pusiera a trabajar.
Lasn nació en Estonia, pero sus recuerdos más tempranos son de los campos de refugiados alemanes en los que terminó su familia después de huir del Ejército Ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Recuerda dormirse en una cuna mientras su tío hablaba de política con su padre, un campeón de tenis que enterró sus trofeos en el patio trasero antes de subir a toda prisa a su familia a uno de los últimos barcos hacia Alemania. “Guerras mundiales, revoluciones –cada tanto, realmente ocurren grandes acontecimientos”, me dijo. “Cuando llega el momento, todo lo que hace falta es una chispa”.
La familia de Lasn dejó el campo de refugiados para ir a Australia, donde creció. Tiene un título en matemáticas aplicadas, y comenzó su carrera diseñando juegos de guerra por computadora para el ejército australiano. Usando sus conocimientos, fundó una compañía de investigación de mercado en Tokio durante el boom de posguerra en Japón, donde, metiendo tajetas perforadas en el aparato de IBM, recaba informes para marcas de consumo, muchas de ellas productos de alcohol y tabaco. “Es fácil general lo cool si tenés los mangos, las celebridades, las ideas correctas, los eslógans correctos”, dice. “Podés meter ideas en la cultura que luego tienen vida propia”. Hizo mucho dinero, viajó alrededor del mundo, se mudó a Canadá y se dedicó al cine experimental y a la protección del medio ambiente. En 1989, cuando la CBC rehusó venderle tiempo de aire para su “bomba mental” de treinta segundos dirigida contra la industria forestal, Lasn comprendió que sus ideas políticas nunca tendrían lugar en los medios masivos. Con Bill Schmalz, un hombre del aire libre que había trabajado con él como camarógrafo, Lasn fundó Adbusters.
Lasn dice que Adbusters tiene una circulación mundial de unos 70.000 ejemplares. La revista no acepta avisos y se basa en ventas y donaciones. Adbusters fue un defensor temprano del Buy Nothing Day, una fiesta de protesta, a fin de noviembre, durante la cual la gente se abstenía de comprar. En 2003, Lasn comenzó a producir Blackspot, una zapatilla hecha parcialmente de cannabis (marihuana) que todavía vende por Internet. Lasn ha usado mucho la revista como una plataforma para criticar vivamente el modo en que Israel trata a los palestinos, y su momento más polémico ocurrió en 2004, cuando escribió un ensayo sobre cómo los judíos influían en la política exterior norteamericana. Junto con el ensayo había una lista de poderosos neoconservadores, con asteriscos junto a los nombres de aquellos que Lasn creía que eran judíos.
Esta primavera, la revista impulsaba boicots contra Starbucks (por arruinar tiendas locales) y el Huffington Post (por explotar a ciudadanos-periodistas). Luego, a principios de junio, el departamento de arte diseñó un póster que mostraba a una bailarina posando sobre la escultura del “Charging Bull” (Toro a la Carga), cerca de Wall Street. Lasn había pensado en la imagen una noche mientras paseaba a su pastor alemán, Taka: “la yuxtaposición del dinamismo capitalista del toro”, recuerda, “con la quietud Zen de la bailarina”. Detrás, unos manifestantes emergían de una nube de gas lacrimógeno. La violencia tenía una cualidad altamente estética, casi de sueño –la rúbrica de Adbusters. “¿Cuál es nuestra única demanda?”, preguntaba el póster. “Ocupá Wall Street. Traé una carpa”.
White y Lasn pasaron unos días a principios de julio debatiendo cuándo debía comenzar la ocupación. White argumentaba que debía ser el 4 de julio de 2012, de modo que los manifestantes tuvieran tiempo de prepararse. Lasna creía que el clima político podía haber cambiado totalmente para entonces. Propuso fin de septiembre de este año; luego, se plantó en el 17, día de cumpleaños de su madre. White se mostró de acuerdo. Lasn ordenó al departamento de arte que insertara “17 de Septiembre” debajo del toro y la bailarina, y Adbusters dedicó un correo de informe táctico el 13 de julio exclusivamente a la ocupación propuesta.
White vigiló mientras la propuesta del e-mail corría por Twitter y Reddit. “Las campañas normales son una pesadez con pocos dividendos, como subir una bola de nieve por una ladera”, dijo. “Esto fue lo contrario”. Quince minutos después de que Lasn envió el e-mail, Justine Tunney, de veintiséis años, lo leyó en Filadelfia en su RSS (NDT: suscripción digital). Al día siguiente, registró el dominio OccupyWallSt.org, que pronto se convirtió en cuartel general online del movimiento. Comenzó a manejar el sitio con un grupo pequeño, muchos de cuyos miembros eran, como ella, anarquistas y transexuales (transgénero) (Se llamaban en broma el Orden TransMundial).
Alentado por la rápida respuesta online, White se conectó con New Yorkers Against Budget Cuts (Neoyorquinos contra los Cortes de Presupuesto), que habían organizado antes una ocupación, llamada Bloombergville, y estaban planeando un acto para el 2 de agosto en el “Charging Bull” para protestar contra los cortes presupuestarios que podrían realizarse a raíz de la crisis de la deuda estatal. Acordaron unir fuerzas, y N.Y.A.B.C. dijo que dedicaría su acto a planear la ocupación del 17 de septiembre.
Esto derivó en cierta confusión el 2 de agosto, cuando montones de estudiantes y activistas sindicales aparecieron esperando un acto de New Yorkers Against Budget Cuts. Montaron una pequeña tarima y comenzaron a lanzar discursos por los amplificadores, que disgustaron a la cincuentena de seguidores de Adbusters, en su mayoría anarquistas, que habían llegado esperando la sesión de planeamiento. Hubo algunos gritos enojados antes de que un grupo de anarquistas se separara, formara un círculo con adoquines y se sentara a tener su propia reunión.
Los anarquistas acordaron de inmediato utilizar métodos de organización “horizontales”, de acuerdo con los cuales las reuniones son conocidas como asambleas generales y los participantes toman decisiones por consenso y opinan continuamente mediante gestos de la mano. Mover los dedos en forma ondulante, con la palma hacia afuera, apuntando arriba, significa aprobación de lo que se dice. La palma hacia adentro, apuntando abajo, significa desaprobación. Cruzarse de brazos indica un “bloqueo”, una objeción seria que debe ser oída. Algunos participantes conocían este tipo de encuentro de tradiciones de la izquierda que se remontan al movimiento de los derechos civiles y antes aún.
Más tarde esta misma noche, David Graeber, un profesor de cincuenta años de la University of London y un teórico anarquista que ayudó a facilitar el primer encuentro, envió un e-mail a White, en Berkeley, pidiéndole guía. “¿Cómo empezó todo?”, preguntó Graeber. White le contó, y le dijo que el objetivo era “lanzar la idea y la gente a la calle”. Añadió: “No pretendemos controlar lo que ocurre”.
Desde los inicios, Lasn y White sostuvieron que los ocupantes de Wall Street necesitaban un mensaje claro. Los revolucionarios del Cairo, escribieron, presentaron “un ultimátum directo”: no dejarían la plaza hasta que el presidente Hosni Mubarak dejara el cargo. Adbusters invitaba a los lectores a “concentrarse en cuál debería ser nuestra demanda”. Las ideas sugeridas incluían una comisión presidencial encargada de terminar con la influencia del dinero en la política y un “impuesto Robin Hood” del uno por ciento sobre todas las transacciones financieras.
Después de la concentración del 2 de agosto, el centro de gravedad del movimiento se trasladó de Vancouver a Nueva York. Los manifestantes que planeaban la ocupación de septiembre volvieron a reunirse el 9 de agosto en el Irish Hunger Memorial, cerca de Battery Park; todas las reuniones siguientes se realizaron en el lado sur del Tompkins Square Park. Enseguida decidieron llamar a la organización New York City General Assembly (Asamblea General de la Ciudad de Nueva York).
En teoría, el trabajo de organizar los encuentros rotaba entre los ochenta y pico de asistentes. En la práctica, recayó sobre un mucho más pequeño grupo de personas que tenían experiencia con el proceso de las asambleas generales. El movimiento sin líderes desarrollaba líderes. Graeber estaba entre estos primi-inter-pares, así como Marisa Holmes, una anarquista y cineasta de veinticinco años. Holmes tiene pelo negro y es elocuente; tiene el truco parlamentario de hacer que duros ultimátums suenen aceptables, incluso ligeros. Cuando quería enfatizar un punto, no levantaba la voz; giraba las palmas hacia arriba y se alzaba de hombros. A principios de este año, voló al Cairo y filmó las manifestaciones en Tahrir. “Era lo mismo que aquí”, dice. “Tenían oradores, banderas, acciones directas. Pasé el noventa por ciento del tiempo en cafés, tomando café turco y hablando”.
A las 11 A.M. del sábado 17 de septiembre, un maestro de escuela primaria que llamaré P. dejó su departamento de Brooklyn y subió al subterráneo rumbo a Manhattan (Pidió ser identificado por la primer letra de su apellido porque teme ser despedido). Vestía un sweater rojo y pantalones marrones. Más temprano, esa mañana, había enviado un vago e-mail informando a un compañero de trabajo que podía no presentarse el lunes por la mañana. Era parte del Comité Táctico, un subgrupo de la Asamblea General cuya responsabilidad era determinar dónde, exactamente, tendría lugar la ocupación.
P. tomó el subte a Bowling Green. En su camino hacia la salida, pasó una línea de policías con perros para detectar bombas. Afuera, la Policía había rodeado el “Charging Bull” con barricadas y, pocas cuadras hacia el norte, cerrado un pedazo de Wall Street alrededor de la Bolsa. P. trató de lucir despreocupado mientras cargaba un bolso negro de mensajero que contenía un equipo de primeros auxilios, una solución embotellada de líquido antiácido y agua (para remediar los efectos del gas lacrimógeno y al spray de pimienta), quince barras Clif (torta de zanahorias) y varios cientos de mapas fotocopiados que mostraban siete posibles locaciones. “Decidimos que los métodos de comunicación de baja tecnología serían lo mejor”, me explicó. “Si hubiéramos usado mensajes de texto masivos o Twitter, hubiera sido fácil para la Policía rastrear quién lo estaba haciendo”.
P. obtuvo un título en matemáticas en una universidad pequeña de artes y toca en dos bandas, “algo de punk, algo de ruido”. Como la mayoría de los organizadores del núcleo de Occupy Wall Street, P. es un anarquista, lo que implica que está “dedicado a la erradicación de cualquier sistema injusto o ilegítimo. Cuando menos, implica la erradicación del capitalismo y el Estado”. No rompe vitrinas de bancos, aunque dijo que no necesariamente desaprueba a la gente que lo hace.
En Bowling Green, varios cientos de manifestantes se habían reunido cerca del Museum of the American Indian. En las semanas previas, miembros de la Asamblea General hacían acumulado comida, arreglado posibles fianzas y distribuido volantes. Con todo, la mayoría de ellos tenía dudas de que la ocupación lograra algo. “Yo, como muchos otros, esperaba que se apagara en un par de días”, dice Marisa Holmes.
P. encontró rápidamente a los otros dos miembros del Comité Táctico, hombres blancos de veintipico. Los tres estaban “extremadamente nerviosos”, dice P. Se fueron a explorar la Locación Dos: tres cuartos de acre de acacias de tres púas y bancos de granito, a pocas cuadras al norte, un lugar llamado Zuccotti Park. Estaba casi vacío y había pocos policías cerca. Según había sabido el Comité Táctico en su búsqueda, la Locación Dos era un espacio público de propiedad privada. Mientras que la ciudad podía cerrar los parques públicos al atardecer, o imponer otros toques de queda, las leyes de zonificación exigían que el propietario de Zuccotti mantuviera el parque abierto para “recreación pasiva” las veinticuatro horas del día.
Enseguida, se distribuyeron mapas y la gente comenzó a murmurar: “Vayan a la Locación Dos en treinta minutos”. Los primeros en llegar tomaron asiento bajo los árboles del lado este, se organizaron en pequeños grupos y comieron sándwiches de manteca de maní y mermelada. Para la tarde, casi mil personas se habían reunido para una asamblea general. Más tarde, esa noche, P. se fue a casa; casi trescientos de sus camaradas se instalaron a dormir allí.
En pocas semanas, el campamento se volvió más estable, con tiendas, escritorios, caminos, wi fi, una cocina y una extensa biblioteca. Cierta organización tomó forma, con gente en lo que parecían interminables listas de grupos de trabajo: Estructura, Capacitación, Sanidad, Comida, Acción Directa, Espacios Seguros. Un balance de mitad de octubre del Grupo de Trabajo de Finanzas de la ocupación informó que había recibido 450.000 dólares en donaciones, que guardaba en dos cuentas en el Amalgamated Bank. Casi cada tarde, durante dos meses, dependiendo del clima, cientos de personas se reunían en el parque. Algunas eran atraídas por las cámaras y el espectáculo; algunos venían por comida, refugio y atención médica; algunos, por la conversación política seria y porque creían que este bien podía ser el comienzo de una revolución.
¿Qué quería el movimiento? El 20 de septiembre, a tres mil millas de Zuccotti Park, White y Lasn trataban de escribir un manifiesto en forma de carta dirigido al presidente Obama. Pretendían que se ajustaran las regulaciones a la industria financiera, que se prohibiera el comercio de alta frecuencia, que se arrestara a todos los “estafadores financieros” responsables del crash de 2008 y que se formara una comisión presidencial para investigar la corrupción en la política. “Nos quedamos aquí, en nuestro campamento en la Plaza Libertad” —nombre del Zuccotti Park post-ocupación—“hasta que usted responda a nuestras demandas”, concluía la carta.
“Micah, es un borrador maravilloso”, replicó Holmes el 22 de septiembre, cuando White se lo envió por correo electrónico. “Sin embargo, la Asamblea General está en este mismo proceso de redactar una declaración. Debería estar lista esta tarde”. Una semana más tarde, la Asamblea General adoptó una “Declaración de la Ocupación”, que es más una visión del mundo que una lista de demandas. “Escribimos para que la gente que se siente perjudicada por las fuerzas corporativas del mundo puedan saber que somos sus aliados. . . No se puede alcanzar ninguna democracia verdadera cuando el proceso es determinado por el poder económico”. El resto de la declaración de 600 palabras es absorbida, sobre todo, por “quejas” que atribuyen la culpa de todo, desde el veneno en la comida a la crueldad contra los animales, a esas fuerzas corporativas, mencionadas sólo como “ellos”. ¿Qué debería hacerse para remediar estos males? “Ejercitar su derecho a reunirse pacíficamente; ocupar el espacio público; crear un proceso para encarar los problemas que enfrentamos; y generar soluciones accesibles para todos”.
Para muchos, en el parque, la vaguedad era una virtud. También tenía una historia. En 1962, los estudiantes radicales se reunieron en Michigan para completar la Declaración de Port Huron, el documento fundacional de Students for a Democratic Society (SDS). Un estudiante argumentó que un borrador de trabajo anterior era demasiado utópico e impráctico. Pero Tom Hayden, el autor principal, escribió que el movimiento debía “permanecer ambiguo en su dirección por un tiempo: no matarlo inmediatamente imponiendo fórmulas… Cuando la conciencia se encuentra en el estadio apropiado, podremos hablar sobre soluciones en serio y de un modo orientado a la acción”.
Enseguida después de terminar la declaración, los primeros organizadores comenzaron a tener un problema: sus soluciones estaban destinadas a ser accesibles a todos, pero también sus protestas. Las multitudes en esas primeras reuniones llegaron en respuesta a mensajes transmitidos por un canal estrecho, la lista de Adbusters. Estaban comprometidas con un objetivo tangible, con un plazo inmediato. Pero a principios de octubre, a medida que los medios nacionales tomaron la noticia del Zuccotti Park, el restante noventa y nueve por ciento (NDT: los ocupantes se definían como el noventa y nueve por ciento de la población y acusaban al uno por ciento de ricos de manejar la política y el poder de los Estados Unidos) comenzó a aparecer. La Asamblea General (AG) tuvo que atajar tres nuevos desafíos a la vez: resistir; manejar un poblado casi permanente; y guiar una conversación política mucho más amplia y cacofónica. Y todo esto había que hacerlo casi sin calefacción, agua corriente o electricidad.
El consenso —el método acordado de tomar decisiones— no era tan fácil entre cientos de autoidentificados como gente del noventa y nueve por ciento, cuyas ideas políticas iban del liberalismo (progresismo) del “Daily Show” (NDT: talk-show cómico-político progresista conducido por Jon Stewart) al anarquismo insurreccional. Dadas las reglas básicas definidas por la gente que se sentó sobre los adoquines en agosto, no se podía tomar decisión alguna sin dar a todos los asistentes la oportunidad de cruzar sus brazos y bloquear la reunión. De acuerdo con las reglas de la AG, un voto de nueve décimos podía superar un bloqueo, pero sólo después de que cada bloqueador hubiera explicado sus objeciones y los facilitadores hubieran respondido. La gente menos razonable a menudo recibía la mayor cantidad de tiempo para hablar.
“La AG es Hermosa, pero no es un cuerpo de toma de decisiones eficiente”, me dijo Holmes a mitad de octubre. Quería que las cosas fueran un poco más jerárquicas, con un Consejo de Voceros que tendría una limitada autoridad cotidiana sobre el campamento.
El 28 de octubre, tres docenas de miembros del Grupo de Trabajo de Facilitación se reunieron en mesas de metal en un atrio público en Wall Street 60 para establecer la agenda de esa noche. Iban a discutir la propuesta de Holmes otra vez, pero ¿qué más? Un anciano de cejas pobladas filmaba las deliberaciones. Dijo que representaba al Grupo de Demandas, y que quería que la AG pidiera trabajos para todos. “La AG ya dijo que este es un movimiento sin demandas”, respondió otro hombre. “Así que ¿cómo puede haber un grupo dedicado a las demandas?”.
Otra gente se acercó a los facilitadores. Un grupo de herbalistas quería 1.500 dólares para hacer medicinas. Algunos querían presentar los “Principios de Paz de los Nortemericanos Nativos”, derivados de la Confederación Iroquois. Alguien más tenía un modelo de transparencia de la facilitación, una planilla para evaluar a los facilitadores. Un representante de un grupo de estudiantes de la New York University pidió formalmente a la AG que respaldara el Día de Acción de Occupy Oakland. Fue informado que tal respaldo ya había sido hecho. Pocos minutos después, todo el mundo comenzó a hablar a la vez. “¡Eehh!”, gritó un facilitador. “Tomemos un respiro y concentrémonos. Esta es una conversación válida, pero no es el lugar correcto para tenerla”.
Cuando la reunión de facilitación estaba cerrando, llegó Marisa Holmes, vestida con un trenchcoat verde oscuro; enseguida estaba conferenciando con otros dos organizadores, con un plato de fideos fríos, sobre cómo presentarían la propuesta del Consejo de Voceros esa noche. Había llegado con un equipo que iba a conducir la asamblea general, y el atrio rápidamente se reorganizó en torno de ellos. Pese al tabú del movimiento sobre los líderes, muchos de este grupo habían acumulado cierta clase de poder. “Marisa es una líder tranquila”, dice Marina Sitrin, una facilitadora ocasional y la autora de un libro sobre horizontalismo en la Argentina. “No es una joven Tom Hayden, el tipo de varón blanco que por la fuerza de su personalidad y su discurso gana una discusión”.
Cuando fue la hora de la asamblea general, una multitud de unas cuatrocientas o quinientas personas se había reunido en torno a la escalinata del lado oriental del parque. La mayoría pasó las siguientes tres horas amontonada, rodilla contra rodilla, sobre la piedra fría. “¡Espero que todo el mundo esté bien!”, gritó Nelini Stamp, una de los facilitadores. “¡Grandes esperanzas! ¡Grandes energías!”.
“¡Grandes esperanzas! ¡Grandes energías!”, repetía la multitud.
“Esto va a llevar un siglo”, murmuró alguien al frente.
Stamp lo ignoró. Comenzó a liderar la asamblea con la canción “Solidarity Forever.”
“No a todo el mundo aquí le cabe tu pequeña política sindical”, dijo la voz al frente.
“No es una canción sindical”, dijo Stamp. “Se trata de unión como ‘unidad’”. (NDT: “Union”, en inglés, se utiliza como “sindicato” o “Unión de Trabajadores”).
La voz venía de un hombres de veintipico vestido con una chaqueta de camuflaje. Estaba sentado en un banco de cemento en frente del equipo de facilitadores, una bota sobre su rodilla, comiendo batatas fritas y bebiendo de un vaso de Starbucks. Tenía el aspecto demacrado de alguien que ha pasado unas semanas durmiendo afuera en la ciudad.
Conocido por otros ocupantes como Sage, había escrito “SAGE’S” (NDT: De Sage) en la visera de su gorra de baseboll con marcador. Sage siguió hablando mientras Holmes presentaba la propuesta. “Estos son todos turistas”, decía. “Vos no vivís acá”. Cada vez que hablaba, la gente sentada al lado se enderezaba y fruncía el ceño. Sage parecía no advertirlo.
Durante un corte de veinte minutos para discutir la propuesta, Lisa Fithian, una organizacora de cincuenta años que trabajaba con Holmes, se abrió paso hasta el banco del frente y habló a Sage del éxito del modelo de Consejo de Vocero. Dijo que había trabajos en la campaña antinuclear de los ’70 y en las protestas de Seattle en 1999.
“Este no es un puto dormitorio universitario”, respondió Sage. “Hasta que puedas hablarme honestamente, no voy a tener esta conversación”.
“Cerrá el orto”, replicó Fithian. “No necesito tus idioteces”.
“Mirá, estuve en Tompkins Square Park”, dijo Sage. “Todo la cosa ha sido tomada por estudiantes socialistas que se infiltraron en la plaza. Esta gente no me ve. No creen que yo entiendo. Así que veo todo”.
“Yo te oigo”, dijo Fithian.
“¿Por qué alguien que vive aquí debería aceptar a un montón de turistas?”, preguntó Sage.
“Tu energía está lastimando mi sistema”, replicó Fithian.
“Mirá, a veces tenés que poner tu cuerpo en la máquina”, dijo Sage.
“¡Esta no es la máquina!”, replicó Fithian, alzando la voz.
Un hombre alto con cara barbada trató de calmar a Sage. Su nombre era Evan Wagner y vestía una chaqueta roja de North Face. Como Sage, era uno de los pocos que dormía en el parque que se molestaba en ir a las asambleas generales. A diferencia de Sage, parecía alguien que podía encontrar un trabajo si quería.
Sage desdeñó a Wagner. “Dude, estás jugando a ser un linyera”, dijo. Pronto, Sage se quedó tranquilo. Fue como si Fithian hubiera absorbido la furia de Sage para que el resto de la reunión no tuviera que hacerlo.
Cuando todo el mundo regresó, cada grupo definió sus reservas respecto de la propuesta del Consejo de Voceros. Había una pregunta sobre exactamente cuántos bloqueos funcionarían y preocupación sobre una “Consejo-de-Voceros-Cracia”. Los altos edificios de oficinas canalizaban una brisa fría que venía del Hudson River. Alrededor de las diez, un facilitador llamó a votar. “Tres personas están frustradas”, dijo. “Cientos están siendo frustradas. Todos aquellos que estén por el sí, por favor levanten una mano”. Sage levantó su mano.
El equipo de facilitación contó los votos y los sumó en un teléfono celular. La propuesta fue aprobada por 284 a 17. Stamp daba saltos arriba y abajo. Su voz estaba ronca de gritar durante tres horas. “¡Todos son hermosos!”, gritaba. “¡Todos son increíbles!”.
Todos los que estaban por allí en los comienzos del movimiento Occupy Wall Street hablan de la vieja izquierda “vertical” versus la nueva “horizontal”. Con “vertical” se refieren a la jerarquía y lo que conlleva –líderes, demandas y marchas con temas específicos. Se refieren al cambio social como fue expuesto por Saul Alinsky en “Rules for Radicals” (Reglas para Radicales) y por Barack Obama en “Dreams from My Father” (Sueños de Mi Padre), donde organizadores externos incitan a las comunidades a la acción. “Horizontal” quiere decir sín líder —como las protestas contra la WTO en 1999 en Seattle, la Primavera Árabe e, incluso, el Tea Party. Cualquiera puede aparecerse en una asamblea general y reclamar una parte del movimiento. Esto hace que la gente se sienta importante de inmediato y le da un permiso implícito para emprender una acción. También da una cantidad desproporcionada de poder a gente como Sage.
Una influencia a menudo citada por el movimiento es el  programa de fuente abierta (open-source software) como Linux, un sistema operativo que compite con el Windows de Microsoft y el OS de Apple pero no tiene propietario o ingeniero en jefe. Un programador llamado Linus Torvalds tuvo la idea. Miles de amateurs no pagados se le unieron y eventualmente se organizaron en grupos de trabajo. Algunos codificadores tienen más influencia que otros, pero cualquiera puede modificar el software y nadie puede venderlo. De acuerdo con Justine Tunney, quien continúa ayudando a manejar OccupyWallSt.org, “hay liderazgo en el sentido de una deferencia, así como la gente tiene una deferencia hacia Linus Torvalds. Pero en cuanto la gente deje de respetar a Torvalds, pueden embolsárselo” –esto es, copiar lo que ha sido construido y usarlo para construir alguna otra cosa.
A mitad de octubre, simpatizantes en Tokio, Sidney, Madrid y Londres realizaban actos; campamentos brotaban en casi todas las principales ciudades norteamericanas. Casi todos ellos tenían como modelo la Asamblea General de la Ciudad de Nueva York: sin líderes oficiales, con facilitadores rotativos y ningún conjunto fijo de demandas. Hoy, respaldos al movimiento Occupy se pueden hallar por todas partes, desde graffitti anarquistas en paredes de bancos a la cuenta de Twitter de Al Gore. En un letrero de cartón manchado por la lluvia cerca de la ventana rota de un café de Oakland que había sido destruido por una escuadra de anarquistas durante un choque nocturno con la policía, alguien escribió: “Lo sentimos, esto no nos representa”. Debajo, alguien más escribió: “Hablá por vos”.
A veces, el horizontalismo se puede sentir como un teatro utópico. Su más grande invención es el “micrófono de la gente”, que comienza cuando alguien grita: “¡Prueba de micrófono!”. A continuación, la multitud grita: “¡Prueba de micrófono!”, y luego unas frases (¡frases!) son transmitidas (¡son trasnmitidas1) a través del canto masivo (¡a través del canto masivo!). Del mismo modo en que el póker ritualiza el capitalismo y los juegos masivos de Corea del Norte ritualizan el totalitarismo, el micrófono de la gente ritualiza el horizontalismo. El problema, sin embargo, llega cuando múltiples personas tratan de llamar al micrófono a la vez. Entonces se parece mucho a la anarquía.
Las ideas políticas de la ocupación corren en paralelo con las de la izquierda corriente –el micrófono de la gente era usado para atacar a gritos a Michele Bachmann y al gobernador Scott Walker, de Wisconsin, a principios de noviembre. Pero, al final, el punto de Occupy Wall Street no es tanto su plataforma como su forma: la gente se sienta y discute en lugar de pasar sus quejas a Washington. “Somos nuestras demandas”, como dice el eslogan. Y el horizontalismo parece hecho para este momento. Se basa en que la gente forme lazos débiles rápido –algo en que la tecnología moderna descuella.
Los acontecimientos de Nueva York parecen confirmar la intuición de Lasn de que el desalojo temporario de los manifestantes de Zuccotti Park era una oportunidad y no una derrota. Los organizadores fueron capaces de reagruparse rápidamente y acordar en que debían volver al parque, pese a las nuevas prohibiciones contra las carpas. El pasado jueves (17 de noviembre de 2011), el movimiento montó una de sus más grandes protestas hasta la fecha. Los manifestantes trataron de cerrar la Bolsa de Nueva York (fallaron), organizaron una sentada en la base del Puente de Brooklyn y pulsearon con la policía en Zuccotti Park. Más de doscientas personas fueron arrestadas. Protestas similares del Día de Acción bloquearon temporariamente los puentes en Chicago, St. Louis, Detroit, Houston, Milwaukee, Portland y Philadelphia.
Sin importar lo que ocurra a continuación, es probable que el centro del movimiento salga de la Asamblea General de Nueva York, así como salió de Adbusters, y se forme en algún otro lado, alrededor de algún otro círculo de gente, ideas y planes. “Esto podría ser lo más grande en que haya trabajado en mi vida”, dijo Justine Tunney, de  OccupyWallSt.org. “Pero el movimiento tendrá otros websites. Durante las próximas semanas y meses, a medida que otras ocupaciones se vuelvan más importantes, la nuestra se tornará lentamente irrelevante”. Sonaba como si la irrelevancia de su proyecto fuera a la vez inevitable y deseable. “No podemos aferrarnos a nada de ese tipo de autoridad”, añadió. “No queremos”.
Después de un llamado telefónico de White, en la mañana en que la Policía de Nueva York despejó Zuccotti Park, Lasn condujo hasta Vancouver, a una casa de cien años donde funciona el cuartel general de Adbusters. Lasn alquila los últimos dos pisos, que miran a Granville Island y False Creek; él maneja la revista desde el sótano.
Arrojó su gastado maletín en la atestada sala de conferencias que usa de oficina. Hay un teléfono pero no una computadora, y Lasn pasa la mayoría del día sentado en una mesa e intercambiando ideas con sus empleados, el mayor de los cuales tiene 32 años. Después de conferenciar con un redactor de Adbusters y el gerente de la oficina, cambió el plan de la bañera para esa mañana. El siguiente informe táctico sería dividido en una serie de e-mails enviados a lo largo del tiempo. “¡El tablero de ajedrez ha sido volteado y ahora un nuevo juego comienza!”, razonaba Lasn, poco después del mediodía. “Las apuestas son mucho más altas esta vez. Primero, necesitamos dejar que el polvo se asiente”.
Lasn llamó a White para hablar sobre su nuevo plan, pero éste ya se había marchado a la Biblioteca Doe de la University of California, donde pasa las tardes buscando trozos de pensamiento radical para la carpeta plástica de Lasn. Es un objetivo de su día dejar detrás todos los aparatos electrónicos para buscar lo que llama “un estallido de claridad”.
White no está en Facebook, que llama “la comercialización de la amistad”. Usa e-mail y Twitter sólo porque se siente obligado. Su posición se ha suavizado desde la época en que creía en lo que llama “la crítica heideggeriana de la tecnología —que nos vuelve materia vacía para la exportación del capitalismo”. Lasn da la bienvenida a la atención que Adbuster ha recibido de los medios internacionales. “Estoy surfeando”, dice cuando le preguntó si nunca se siente empantanado por la inundación de mensajes. White siente de otro modo: “Todos estos e-mails —parece un ataque de corte de servicio contra mi cerebro”.
Cada día, mientras White camina de su casa a la bilioteca, enfrenta rastros de lo que ayudó a crear: posters en vitrinas de tiendas que apoyan una huelga general en Oakland; posters que apoyan la ocupación pegadas sobre una estatua de football; “¡Somos el 99 Por Ciento!”, eslogans escritos sobre los muros con tiza.
“Me siento casi como un fantasma, o como si estuviera viviendo en un sueño, en el que mis conversaciones con Kalle se han manifestado en la realidad”, contó. A mitad de noviembre, dieciseis horas después de que alguien creara una corta entrada “Micah M. White” en Wikipedia, White sugirió borrarla. “Esa persona no es notable”, escribió.

sábado, 26 de noviembre de 2011

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La carcajada del Che

by iroelsanchez
Iroel Sánchez
El Comandante Che Guevara con su esposa e hijos
Por estos días, hace 55 años, el futuro de la Revolución cubana navegaba en un pequeño yate  envuelto en la tormenta. Así lo cuenta el Che en sus Pasajes de la guerra revolucionaria:
"Teníamos muy mal tiempo y, aunque la navegación estaba prohibida, el estuario del río se mantenía tranquilo. Cruzamos la boca del puerto yucateco, y a poco más, se encendieron las luces. Empezamos la búsqueda frenética de los antihistamínicos contra el mareo, que no aparecían; se cantaron los himnos nacional cubano y del 26 de Julio, quizá durante cinco minutos en total, y después el barco entero presentaba un aspecto ridículamente trágico: hombres con la angustia reflejada en el rostro, agarrándose el estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito. Salvo dos o tres marinos y cuatro o cinco personas más, el resto de los ochenta y dos tripulantes se marearon. Pero al cuarto o quinto día el panorama general se alivió un poco. Descubrimos que la vía de agua que tenía el barco no era tal, sino una llave de los servicios sanitarios abierta. Ya habíamos botado todo lo innecesario, para aligerar el lastre."
Esa ausencia de lastre, que acompañó toda la vida al combatiente revolucionario, me la ha hecho recordar una de las hijas  del Comandante, Aleida Guevara March, quien se encuentra de visita en Argentina. Entrevistada en un programa de televisión, el conductor preguntó a Aleida qué había heredado de su padre y  esta respondió: “Los ojos, la sonrisa...”, pero su interlocutor la interrumpió: “No, yo estoy hablando de propiedades... porque su padre fue el segundo o el tercero de los dirigentes de la revolución...” , lo que hizo a la entrevistada espetarle después de una carcajada: “Usted no tiene ni idea de cómo era mi padre”.
En su cartade despedida a Fidel, un clásico que obviamente el entrevistador de Aleida no ha leído, el Che escribió: "...no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse."
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viernes, 25 de noviembre de 2011

Sección | Medio Oriente

HIPOCRESÍA OCCIDENTAL: Las protestas que sacuden a Arabia Saudí son diferentes a la de otros países

Publicado 25 noviembre 2011 11:30 am by prensaislamica

El embajador de EEUU en Riad, James Smith, dijo que Arabia Saudita es “diferente” al resto de países sacudidos por las protestas en la región.
En una entrevista con el diario saudita Al Watan, Smith expresó el agradecimiento de su país a las reformas emprendidas por el rey Abdulá.
Según Smith, “cada país es un caso particular y en Arabia Saudí la situación es diferente.”
“El gobierno de Arabia Saudí es más cercano a la gente que los demás gobiernos de la región”, dijo el embajador de EEUU, que ignoró así las violaciones de los derechos humanos y la falta de libertad de expresión en este reino aliado.
Fuente: Al-Manar