Ciberguerra vs Cuba: Los gobiernos incómodos del “Cuarto Mundo”
3 Febrero 2012
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Por Mauricio Manuel Reyes, especial para Cubadebate
Un proceso de desarrollo tecnológico vertiginoso y cada vez más global ha generado una revolución en las infocomunicaciones, que transforma progresivamente el modo de pensar, producir, consumir, comerciar, gestionar y relacionarse entre las personas, estableciéndose como cultura el concepto de “virtualidad real”, es decir, lo real no es solo el mundo físico como hace 20 años, sino la unidad entre lo tangible y el universo virtual.
Según un artículo divulgado por la agencia BBC Mundo el 25 de enero pasado, la red digital global avanza como un voraz huracán y pocas veces hay oportunidad para detenerse en el camino y reflexionar sobre su crecimiento. Donde antes reinaban las ventas de estéreo hoy imperan las de auriculares. Si nos subiéramos a una máquina del tiempo y viajáramos 10 años atrás descubriríamos que para tomar una foto, escuchar música o filmar un video se empleaban tres dispositivos diferentes. Pero ahora estas actividades -y otras más- se han mudado a un solo equipo: el teléfono inteligente.
Como es lógico, un proceso de evolución tecnológica como este, dominado por monopolios que responden a las minorías más poderosas, favorece el amplio acceso para determinados segmentos o capas sociales y genera una asimetría con relación a otros grupos poblacionales - carentes de importancia para los intereses del capitalismo global - que los desconecta cada vez más de los servicios que generan poder cultural y económico. A esta masa de personas sin posibilidades reales de incidir de forma plena en el mundo profundamente interconectado, algunos investigadores lo denominan el “Cuarto Mundo”.
En ese escenario internacional desigual avanza la sociedad cubana, que utiliza su limitado acceso al ciberespacio como herramienta educativa al servicio de sus ciudadanos y para la difusión de la verdad; mientras el mayor imperio de la historia, mediante un bloqueo económico y comercial, le impide a esta pequeña isla obtener los recursos necesarios para extender los servicios en la web a su pueblo. Ese gobierno que nos ataca y sus aliados europeos, generan campañas mediáticas, mediante las cuales divulgan falacias como el supuesto temor del gobierno cubano a liberar el acceso pleno a Internet y sus redes sociales, a la vez que censura toda información sobre la permanente agresión tecnológica que enfrenta nuestro país.
Este cerco no tiene precedentes en la historia desde la segunda mitad del siglo pasado, cuando muchos de los avances científico-técnicos se convirtieron en instrumentos indispensables para la cruzada contra el Socialismo, como parte de la Guerra Fría.
La administración Obama ha aprobado millonarios fondos dirigidos a fomentar el cibermercenarismo en la isla; difamar sobre Cuba a través de las tecnologías de la comunicación, así como conformar plataformas digitales diseñadas expresamente para evadir el control del Estado cubano. El propio diario The New York Times publicó en el mes de junio del 2010 que la Casa Blanca lidera un esfuerzo global para crear una Internet a la “sombra” o “Internet en una maleta” y sistemas de telefonía móvil para “disidentes”, con el objetivo de “minar gobiernos incómodos”, lo que incluye proyectos secretos dirigidos a establecer redes independientes y garantizar a varios usuarios el acceso inalámbrico al ciberespacio mediante plataformas portátiles (Wi-Fi), fáciles de transportar por fronteras.
Bajo esta estrategia injerencista, es “legal” para el Ejecutivo
estadounidense fabricar “ciberdisidentes” o mercenarios virtuales
orientados a difundir mensajes manipulados o realizar llamamientos a la
desobediencia civil en Cuba, empleando plataformas como Twitter,
Facebook, Blogs y otras. Ante esta hostilidad permanente, no se
descarta que en el futuro inmediato se incremente las acciones
subversivas hacia la isla con el empleo de las tecnologías, e incluso se
generen acciones de
ciberguerra,
que supone la intervención directa del Ejército en una guerra con todas
las de la ley, apelando al uso de las redes informáticas que controlan
las infraestructura crítica de cualquier país.
De hecho, el jefe de la Casa Blanca recientemente facultó al Departamento de Defensa para desarrollar operaciones ofensivas en el ciberespacio si Estados Unidos se ve “amenazado” por sus “adversarios” incluso, si estas acciones no fueran suficiente por el “daño” causado a la nación norteña, se prevé aplicar la opción de intervención militar. Para su materialización Obama creó el Cibercomando como infraestructura y el marco legal lo estableció con la “Estrategia Internacional Estadounidense para el Ciberespacio”.
La Ciberguerra es potenciada por el imperialismo para subvertir a otras naciones, convirtiendo a Internet en un campo de batalla, donde se emplean como armas las herramientas informáticas, computadoras y redes digitales. En ese esquema, la estrategia subversiva no es secundaria, sino la antesala de la guerra frontal en la que intervienen las armas y que siempre comienza con la fabricación de los pretextos para la invasión. Contra Cuba se materializa a través de la propagación permanente en la web de contenidos contrarrevolucionarios por mercenarios en la isla o individuos y organizaciones anticubanas radicadas en el propio territorio estadounidense y en países aliados de Europa.
El financiamiento para estas actividades proviene de los 20 millones de dólares anuales que el Congreso de los Estados Unidos destina para la subversión contra el país caribeño, el cual se canaliza a través de la USAID, organización especializada en planes desestabilizadores contra Cuba. Según un artículo publicado en el sitio digital “Las Razones de Cuba”, esta entidad ha contado con 150 millones de dólares desde 1990 para destruir la Revolución, sin éxito alguno.
Este derroche del dinero de los contribuyentes norteamericanos, generó preocupación en el senador John Kerry, quien en el 2010 cuestionó la utilidad real de estos fondos ante la inefectividad de las acciones subversivas planeadas contra la isla durante décadas.
Otra organización de esta misma cofradía que también se incorporó a la estrategia subversiva contra Cuba empleando el componente tecnológico como instrumento esencial, es el Instituto Republicano Internacional (IRI), nacida en 1983 bajo el auspicio del entonces presidente Ronald Reagan.
El pasado año la prensa plana, la televisión y radio cubanas, puso al descubierto los planes del IRI dirigidos a entregar equipos de comunicación a personas en la isla y crear plataformas digitales “independientes” con el objetivo de “romper” el supuesto bloqueo informativo; incrementar el acceso y el flujo de información sobre “democracia, derechos humanos y la libre empresa hacia, desde y dentro de Cuba, a través de acceso sin censura a Internet”, particularmente a partir de proveer tecnología de punta capaz de evitar las “restricciones del gobierno cubano”, nada más parecido a un intento de desestabilización interna al estilo de lo ocurrido en naciones de África del Norte y Medio Oriente o la fórmula empleada con Libia.
En los últimos años el IRI ha financiado contratos para el mantenimiento y apoyo de proyectos tecnológicos en Cuba, de carácter injerencistas. Estos cubren el viaje, costos de consultoría, algún hardware y hospedaje de administradores de redes, servicio de telefonía móvil y el apoyo a la conformación de páginas web por blogueros al servicio de Washington.
Esa estrategia, cuya finalidad a simple vista parece inofensiva y así lo intenta promover el gobierno estadounidense y sus mercenarios, es un plan concebido para la subversión y el espionaje contra nuestro país. Para su aseguramiento envían emisarios que recorren toda la isla, contactan, entrenan y abastecen a los cibermercenarios, lo cual constituyen actos ilegales del gobierno de los Estados Unidos. Si fuera Cuba la que pretendiera cambiar el régimen imperante en esa nación e introdujera ilegalmente tecnología para crear redes de “disidentes”, no cabe dudas que su Ejecutivo lo consideraría un acto de guerra y el Cibercomando del Pentágono junto con la IV Flota atacarían inmediatamente a nuestra isla.
En estas aventuras subversivas con el empleo de tecnologías de punta, el IRI es acompañado por otra ONG: la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), creada en 1962 por mandato de la OEA y auspicio de la CIA, es una de las beneficiadas de los fondos de la USAID, para promover la desestabilización interna en la isla. Según el sitio web Cuba Money Proyect, en el año 2007, de un total de 13.3 millones de dólares distribuidos por la USAID, firmó un contrato por 2.3 millones para apoyar a la contrarrevolución en nuestro país; y en el 2009, de un presupuesto asignado de 15 620 000 millones de dólares, recibió 3 millones para iguales fines contra la mayor de las Antillas. Con este financiamiento garantiza el suministro para los mercenarios de blackberries, móviles de última generación, Bgan y otros artefactos, que necesitan activarse desde terceros países a altísimos costos.
Después de este análisis, es indudable que Cuba figura como un blanco seguro dentro del esquema de subversión, delito electrónico y ciberguerra patrocinados por Estados Unidos. En su legítima defensa, nuestro país debe continuar potenciando su incorporación al proceso global de desarrollo de las infocomunicaciones dirigido a lograr el avance socioeconómico que deseamos, pero también a fortalecer el combate ideológico en Internet y sus redes sociales.
Para una nación que según la Unión Internacional de Telecomunicaciones ocupa el cuarto lugar mundial en habilidades potenciales de sus ciudadanos en el empleo de las infocomunicaciones, de un rango de 152 naciones, constituye un reto emplear sus capacidades en la defensa ante un enemigo que no descansará de agredirnos a través de disímiles vías, incluido el ciberespacio, por la sencilla razón de haber escogido un destino diferente para su pueblo. Como afirmara nuestro Comandante en Jefe en su Reflexión del 24 de enero pasado, perdurar como “La fruta que no cayó” nunca en el seno del imperio.
Un proceso de desarrollo tecnológico vertiginoso y cada vez más global ha generado una revolución en las infocomunicaciones, que transforma progresivamente el modo de pensar, producir, consumir, comerciar, gestionar y relacionarse entre las personas, estableciéndose como cultura el concepto de “virtualidad real”, es decir, lo real no es solo el mundo físico como hace 20 años, sino la unidad entre lo tangible y el universo virtual.
Según un artículo divulgado por la agencia BBC Mundo el 25 de enero pasado, la red digital global avanza como un voraz huracán y pocas veces hay oportunidad para detenerse en el camino y reflexionar sobre su crecimiento. Donde antes reinaban las ventas de estéreo hoy imperan las de auriculares. Si nos subiéramos a una máquina del tiempo y viajáramos 10 años atrás descubriríamos que para tomar una foto, escuchar música o filmar un video se empleaban tres dispositivos diferentes. Pero ahora estas actividades -y otras más- se han mudado a un solo equipo: el teléfono inteligente.
Como es lógico, un proceso de evolución tecnológica como este, dominado por monopolios que responden a las minorías más poderosas, favorece el amplio acceso para determinados segmentos o capas sociales y genera una asimetría con relación a otros grupos poblacionales - carentes de importancia para los intereses del capitalismo global - que los desconecta cada vez más de los servicios que generan poder cultural y económico. A esta masa de personas sin posibilidades reales de incidir de forma plena en el mundo profundamente interconectado, algunos investigadores lo denominan el “Cuarto Mundo”.
En ese escenario internacional desigual avanza la sociedad cubana, que utiliza su limitado acceso al ciberespacio como herramienta educativa al servicio de sus ciudadanos y para la difusión de la verdad; mientras el mayor imperio de la historia, mediante un bloqueo económico y comercial, le impide a esta pequeña isla obtener los recursos necesarios para extender los servicios en la web a su pueblo. Ese gobierno que nos ataca y sus aliados europeos, generan campañas mediáticas, mediante las cuales divulgan falacias como el supuesto temor del gobierno cubano a liberar el acceso pleno a Internet y sus redes sociales, a la vez que censura toda información sobre la permanente agresión tecnológica que enfrenta nuestro país.
Este cerco no tiene precedentes en la historia desde la segunda mitad del siglo pasado, cuando muchos de los avances científico-técnicos se convirtieron en instrumentos indispensables para la cruzada contra el Socialismo, como parte de la Guerra Fría.
La administración Obama ha aprobado millonarios fondos dirigidos a fomentar el cibermercenarismo en la isla; difamar sobre Cuba a través de las tecnologías de la comunicación, así como conformar plataformas digitales diseñadas expresamente para evadir el control del Estado cubano. El propio diario The New York Times publicó en el mes de junio del 2010 que la Casa Blanca lidera un esfuerzo global para crear una Internet a la “sombra” o “Internet en una maleta” y sistemas de telefonía móvil para “disidentes”, con el objetivo de “minar gobiernos incómodos”, lo que incluye proyectos secretos dirigidos a establecer redes independientes y garantizar a varios usuarios el acceso inalámbrico al ciberespacio mediante plataformas portátiles (Wi-Fi), fáciles de transportar por fronteras.
De hecho, el jefe de la Casa Blanca recientemente facultó al Departamento de Defensa para desarrollar operaciones ofensivas en el ciberespacio si Estados Unidos se ve “amenazado” por sus “adversarios” incluso, si estas acciones no fueran suficiente por el “daño” causado a la nación norteña, se prevé aplicar la opción de intervención militar. Para su materialización Obama creó el Cibercomando como infraestructura y el marco legal lo estableció con la “Estrategia Internacional Estadounidense para el Ciberespacio”.
La Ciberguerra es potenciada por el imperialismo para subvertir a otras naciones, convirtiendo a Internet en un campo de batalla, donde se emplean como armas las herramientas informáticas, computadoras y redes digitales. En ese esquema, la estrategia subversiva no es secundaria, sino la antesala de la guerra frontal en la que intervienen las armas y que siempre comienza con la fabricación de los pretextos para la invasión. Contra Cuba se materializa a través de la propagación permanente en la web de contenidos contrarrevolucionarios por mercenarios en la isla o individuos y organizaciones anticubanas radicadas en el propio territorio estadounidense y en países aliados de Europa.
El financiamiento para estas actividades proviene de los 20 millones de dólares anuales que el Congreso de los Estados Unidos destina para la subversión contra el país caribeño, el cual se canaliza a través de la USAID, organización especializada en planes desestabilizadores contra Cuba. Según un artículo publicado en el sitio digital “Las Razones de Cuba”, esta entidad ha contado con 150 millones de dólares desde 1990 para destruir la Revolución, sin éxito alguno.
Este derroche del dinero de los contribuyentes norteamericanos, generó preocupación en el senador John Kerry, quien en el 2010 cuestionó la utilidad real de estos fondos ante la inefectividad de las acciones subversivas planeadas contra la isla durante décadas.
Otra organización de esta misma cofradía que también se incorporó a la estrategia subversiva contra Cuba empleando el componente tecnológico como instrumento esencial, es el Instituto Republicano Internacional (IRI), nacida en 1983 bajo el auspicio del entonces presidente Ronald Reagan.
El pasado año la prensa plana, la televisión y radio cubanas, puso al descubierto los planes del IRI dirigidos a entregar equipos de comunicación a personas en la isla y crear plataformas digitales “independientes” con el objetivo de “romper” el supuesto bloqueo informativo; incrementar el acceso y el flujo de información sobre “democracia, derechos humanos y la libre empresa hacia, desde y dentro de Cuba, a través de acceso sin censura a Internet”, particularmente a partir de proveer tecnología de punta capaz de evitar las “restricciones del gobierno cubano”, nada más parecido a un intento de desestabilización interna al estilo de lo ocurrido en naciones de África del Norte y Medio Oriente o la fórmula empleada con Libia.
En los últimos años el IRI ha financiado contratos para el mantenimiento y apoyo de proyectos tecnológicos en Cuba, de carácter injerencistas. Estos cubren el viaje, costos de consultoría, algún hardware y hospedaje de administradores de redes, servicio de telefonía móvil y el apoyo a la conformación de páginas web por blogueros al servicio de Washington.
Esa estrategia, cuya finalidad a simple vista parece inofensiva y así lo intenta promover el gobierno estadounidense y sus mercenarios, es un plan concebido para la subversión y el espionaje contra nuestro país. Para su aseguramiento envían emisarios que recorren toda la isla, contactan, entrenan y abastecen a los cibermercenarios, lo cual constituyen actos ilegales del gobierno de los Estados Unidos. Si fuera Cuba la que pretendiera cambiar el régimen imperante en esa nación e introdujera ilegalmente tecnología para crear redes de “disidentes”, no cabe dudas que su Ejecutivo lo consideraría un acto de guerra y el Cibercomando del Pentágono junto con la IV Flota atacarían inmediatamente a nuestra isla.
En estas aventuras subversivas con el empleo de tecnologías de punta, el IRI es acompañado por otra ONG: la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), creada en 1962 por mandato de la OEA y auspicio de la CIA, es una de las beneficiadas de los fondos de la USAID, para promover la desestabilización interna en la isla. Según el sitio web Cuba Money Proyect, en el año 2007, de un total de 13.3 millones de dólares distribuidos por la USAID, firmó un contrato por 2.3 millones para apoyar a la contrarrevolución en nuestro país; y en el 2009, de un presupuesto asignado de 15 620 000 millones de dólares, recibió 3 millones para iguales fines contra la mayor de las Antillas. Con este financiamiento garantiza el suministro para los mercenarios de blackberries, móviles de última generación, Bgan y otros artefactos, que necesitan activarse desde terceros países a altísimos costos.
Después de este análisis, es indudable que Cuba figura como un blanco seguro dentro del esquema de subversión, delito electrónico y ciberguerra patrocinados por Estados Unidos. En su legítima defensa, nuestro país debe continuar potenciando su incorporación al proceso global de desarrollo de las infocomunicaciones dirigido a lograr el avance socioeconómico que deseamos, pero también a fortalecer el combate ideológico en Internet y sus redes sociales.
Para una nación que según la Unión Internacional de Telecomunicaciones ocupa el cuarto lugar mundial en habilidades potenciales de sus ciudadanos en el empleo de las infocomunicaciones, de un rango de 152 naciones, constituye un reto emplear sus capacidades en la defensa ante un enemigo que no descansará de agredirnos a través de disímiles vías, incluido el ciberespacio, por la sencilla razón de haber escogido un destino diferente para su pueblo. Como afirmara nuestro Comandante en Jefe en su Reflexión del 24 de enero pasado, perdurar como “La fruta que no cayó” nunca en el seno del imperio.
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