Arqa » Colaboraciones y Opinión 5 Ago 08
Paraíso urbano en el río, Porto Alegre, Brasil
Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul, hace años que se ha convertido en modelo de participación y sostenibilidad, al haber sido el banco de pruebas del Partido de los Trabajadores en materia de gestión urbana.
Con un tamaño similar a Barcelona, esta urbe costera es famosa por los “presupuestos participativos” creados en 1989, un proceso que hoy tiene menor incidencia (desde el 2004 el PT no gobierna en la prefectura), pero que fue muy fuerte en la década de los noventa, basado en reuniones periódicas en cada barrio para debatir los presupuestos y decidir las prioridades, consiguiendo realmente una mayor eficacia de la inversión pública.Como resultado de todo este proceso, es evidente la paulatina mejora de la ciudad en los últimos quince años, aumentando la calidad de las infraestrucuturas, la sanidad, la educación, la cultura, el espacio público y el sistema ecológico costero. La larga franja costera es un precioso sistema de muelles y dock que forman el puerto en el frente urbano y de reservas forestales en las afueras de la ciudad, donde se ha ido potenciando un sistema de parques y de recorridos peatonales y en bicicleta que siguen la línea del río. Los antiguos docks portuarios sirven de sede a la Bienal de Arte del Mercosur, de la que entre septiembre y noviembre del 2007 se celebró la sexta edición. Encada ocasión se realizan estimulantes intervenciones artísticas en estos antiguos almacenes del puerto y se acomoda el muelle como zona de estar. En la transición del sistema urbano al inicio del sistema paisajístico en las afueras de la ciudad, se sitúa el antiguo gasómetro y su parque, convertido en el Centro Cultural Usina do Gasómetro, símbolo de una ciudad que ha sabido dar nuevos usos a su patrimonio industrial, arquitectónico y urbano.
Centro de nueva planta
Estas cualidades de la ciudad se han visto incrementadas desde el 30 de mayo con la inauguración de la Fundación Iberê Camargo. Los herederos de este artista expresionista han promovido un centro de arte de nueva planta para la ciudad, que en 1999 se encargó a Alvaro Siza Viera, quién ha dedicado el máximo esfuerzo y cariño para convertirla en su obra más destacada de principios del siglo XXI. Una pieza que el arquitecto portugués ha querido realizar en homenaje a sus colegas brasileños Este edificio todo de hormigón blanco, realizado impecablemente con la colaboración del ingeniero José Luiz Canal, constituye para Siza una reflexión sobre sus influencias y plantea una síntesis de antagonismos: lo artificial y lo natural, lo cóncavo y lo convexo, lo fijo de la masa y el movimiento de las rampas que, livianas, se elevan y flotan. Ahí están las cualidades espaciales de la obra de Frank Lloyd Wright, en especial el Guggenheim de Nueva York y el Templo Unitario en Chicago; las referencias a Le Corbusier y su proyecto de edificios sinuosos en la costa del Plan Obús para Argel; la presencia de la pulcritud y la concepción paisajista de las obra de Alvar Aalto; la energía de las formas orgánicas y surrealistas de Frank Gehry; y el homenaje a obras clave de la arquitectura brasileña, como los museos blancos de Oscar Niemeyer o la torre con pasarelas de hormigón visto en el SESC Pompeia en Sao Paulo de Lina Bo Bardi. El museo está perfectamente situado en el contexto ecológico de la región, en el extremo norte de la ciudad, al final de todo el recorrido por el borde verde de la orilla del río Guaíba, justo en el punto donde la geografía se eleva, gira y cambia de directriz. Tiene un cuerpo de base horizontal, que se adelanta y recibe a los visitantes, con unos interiores laberínticos y escuetos, dedicados a talleres, biblioteca, oficinas y cafetería. Sobre y detrás del edificio horizontal se eleva el museo vertical, de formas curvas y ciegas, con sus brazos en el aire, que sirven de rampas por las que se va bajando desde la planta superior hasta la planta baja, con el vestíbulo a toda altura. Por lo tanto, el museo actúa como hito que anuda el territorio, que lo significa, completando con una pieza artificial, de formas orgánicas y dinámicas, un entorno natural junto a la avenida del Padre Cacique. Una obra maestra, no por ello exenta de defectos, como el contundente hermetismo de todo el edificio, en el que se ha optado por colocarmuypocas ventanas. De esta manera Siza dramatiza la visión zen desde unas ventanas preciosas que, como si se tratase de un gigantesco visor de panoramas, se abren hacia las mejores vistas de Porto Alegre. Pero también es cierto que algún lucernario más en las rampas no hubiera desvirtuado la obra y hubiera permitido utilizarlas sin tener que recurrir a la luz artificial todo el día. Una cualidad ecológica que sí tiene es que recoge y utiliza las aguas pluviales, algo que su situación y su forma favorecen.
Futuro sistema de museos
La aportación de esta obra en Porto Alegre, que será un foco de formación y debate sobre el arte contemporáneo, se completa con otro museo en el mismo estado de Rio Grande do Sul, formando parte de un futuro sistema de museos situados en los antiguos molinos del siglo XIX construidos por los inmigrantes italianos; un patrimonio preindustrial que se ha conseguido salvar de su deterioro y destrucción. Es el Museo del Pan (Museo do Pao) en el valle de Taquari, a un par de horas hacia el oeste de Porto Alegre, proyectado por el equipo Brasil Arquitectura, dirigido por Marcelo Ferraz y Francisco Fanucci.
Financiado por la Fundación Nestlé Brasil y con la colaboración de la Universidade Caixas do Sul, la Asociaçao dos Amigos dos Moinhos do Vale do Taquari, de la que también forman parte los mismos arquitectos autores de la iniciativa y el proyecto, consiguieron salvar y comprar, redibujar y proyectar la restauración los antiguos molinos de la zona. En esta primera intervención se ha restaurado el Molino Colognese, recuperando materiales y técnicas constructivas tradicionales, que han llevado al mismo Siza a declarar, cuando conoció la obra, que “es una verdadera celebración de la madera”.
Celebración de la madera
El antiguo molino de madera se ha restaurado cuidadosamente, con todos sus mecanismos, sirviendo de museo del mismo molino y cafetería. Este edificio existente ha sido abrazado con dos piezas nuevas, de volumetrías abstractas y materialmente complementarias entre ellas. Uno de ellos es un volumen acristalado y ligero, elevado sobre una plataforma de hormigón, y sirve para albergar y valorizar elementos e instrumentos de la vida cotidiana en relación con el pan. El otro volumen, opaco, alberga como un cofre el espacio de transmisión de conocimiento, unas modernas instalaciones donde pasar a jóvenes generaciones el saber tradicional de la factura del pan. Por su función, situación y forma, y por este carácter de arquitectura del ambiente creada para la experiencia total de los sentidos, recuerdan los pabellones de Mónica Bertolino y Carlos Barrado cerca de Córdoba Argentina, que comentábamos en esta serie el pasado mes de marzo. Por lo tanto, el Museo del Pan es el primero de un sistema de pequeños museos del sitio, que se ha iniciado con la restauración del Molino Colognese y que tiene la intención de crear un camino de molinos, una nueva ruta turística y cultural que incluiría los molinos Fachinetto, Marca, Dallé, Vicenzi y Castaman, muy cerca unos de los otros, en esta área del Vale do Taquari, alrededor del municipio de Ilópolis. Y este Museo del Pan se suma a la tan cualificada obra de Ferraz y Fanucci, marcada por la conciencia del valor público, social y cultural de la arquitectura. Y en ello participan de la posición de Alvaro Siza, de hacer una arquitectura cuidadosa con la realidad, atenta a los valores del lugar, respetuosa con todo el esfuerzo acumulado durante generaciones que se refleja en el patrimonio, la arquitectura, la ciudad y el paisaje. Por todo ello, una arquitectura que es, esencialmente, didáctica, proyectada para el aprendizaje y la formación cultural, para la experiencia y el disfrute de los sentidos.
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