Golpe en Honduras: Congreso designa reemplazo y decretan toque de queda
Los militares de Honduras derrocaron al presidente Manuel Zelaya y lo enviaron al exilio, por orden de la Corte Suprema y con apoyo del Congreso, en un golpe de Estado que provocó el rechazo mundial, con Estados Unidos y la ONU en primera línea.
La madrugada del domingo las tropas tomaron por asalto la casa presidencial, detuvieron a Zelaya y lo expulsaron a Costa Rica, el mismo día en que se convocaba a una consulta popular en procura de apoyo para una reforma constitucional que le permitiera al presidente ser reelecto en noviembre.
El derrocamiento fue ordenado por la Corte Suprema y horas después el Congreso lo convalidó al designar como reemplazo a su titular, Roberto Micheletti, quien ordenó el toque de queda por 48 horas.
El Congreso acusó a Zelaya de "reiteradas violaciones a la Constitución" y designó a Micheletti, "por el tiempo que falte para terminar el periodo constitucional y que culmina el 27 de enero del año 2010".
Pero la legitimidad fue de inmediato puesta en duda desde Washington. "Reconocemos a Zelaya como el debidamente presidente electo y constitucional de Honduras. No vemos a otro", dijo un funcionario del gobierno de Barack Obama.
Poco antes la secretaría de Estado, Hillary Clinton, había condenado el golpe ya que "viola los preceptos democráticos" hemisféricos.
Entretanto en Nueva York las Naciones Unidas convocaron a una reunión de la Asamblea General para tratar la crisis, mientras su secretario general, Ban Ki-Moon exigió "la restitución de los representantes democráticamente electos".
Desde San José, hacia donde fue expulsado, Zelaya dijo que se consideraba todavía el presidente y desmintió una supuesta carta de renuncia suya que había sido leída en Tegucigalpa frente al Congreso.
"Yo nunca he renunciado ni nunca voy a usar ese mecanismo cuando he sido presidente electo por el pueblo", dijo.
"Este es un crimen más contra la democracia, a mí casi me asesinan en la mañana, entraron a balazos, rompieron las puertas a balazos, entraron militares encapuchados a mi casa, me sacaron amenazado de muerte, apuntado con todos los fusiles", agregó Zelaya.
Luego "me subieron a un vehículo, me llevaron a la Fuerza Aérea y me subieron a un avión y me trajeron a Costa Rica", añadió. Ocho de sus ministros, entre ellos la canciller Patricia Rodas, fueron detenidos por los militares, confirmó un funcionario del derrocado gobierno a la AFP.
Zelaya, un político de derecha que asumió en enero de 2006, giró ideológicamente e hizo ingresar a Honduras al ALBA, grupo de países con gobiernos izquierdistas, liderado por el venezolano Hugo Chávez, y del que también forman parte Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
Los países del ALBA emprendieron una reunión de emergencia en Managua, para conformar un frente común a favor de la restitución de Zelaya.
La cita fue convocada por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en calidad de presidente pro témpore del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y por su homólogo venezolano Hugo Chávez, impulsor del ALBA.
"Haremos todo lo que tengamos que hacer en el campo político, diplomático, social y moral para que se restituya al gobierno del presidente Manuel Zelaya", afirmó Chávez tras su arribo a Managua.
El mismo Zelaya viajó horas más tarde a Managua para participar de la reunión diplomática, donde fue recibido por Ortega en el Aeropuerto Internacional de Managua.
En declaraciones antes de salir de Costa Rica, Zelaya insistió en que sigue "siendo el presidente electo por el pueblo de Honduras" y que va a regresar a su país "como presidente a tomar posesión del cargo".
En los últimos días, Zelaya había chocado con el Tribunal Supremo de Justicia, el Electoral, el Congreso, las Fuerzas Armadas y medios de comunicación, que estaban en contra de su proyecto de buscar una reforma constitucional que permitiese su reelección.
Las primeras horas de la mañana estuvieron marcadas por los sobrevuelos permanentes de aviones y helicópteros militares, mientras buena parte de la ciudad sufría cortes eléctricos y de comunicaciones.
Los canales de televisión y radios fueron totalmente silenciado durante horas, poco después de trascender la deposición del presidente.
Ello no impidió que centenares de seguidores del presidente se congregaran frente a la Casa Presidencial, acordonada por un fuerte dispositivo militar, para exigir el regreso de Zelaya, mientras portaban pancartas donde se leía "militares golpistas".
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