domingo, 19 de mayo de 2013

La dulce muerte del poeta martiano

La dulce muerte del poeta martiano

19 MAYO 2013 HAGA UN COMENTARIO
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Por: César Gómez Chacón
Entonces cuando yo vi aquellos ojos –porque tenía unos ojos así, de una mirada muy profunda y muy dulce, melancólica pero de una hermosura tremenda– (…) me di cuenta de que era Gómez García, parece que él vio en mi cara que me había dado cuenta de que era él (…) y sonrió así o como diciendo: “no se preocupen por mí” (…) Sus ojos nada más pudieron sonreír, porque lo demás no… (Melba Hernández, heroína del Moncada).
Durante el juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, el principal acusado, Fidel Castro Ruz, afirmó con toda convicción: “Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia”. Fidel hablaba en su nombre, y en el de aquellos jóvenes que le habían acompañado al combate. Hablaba, sin duda alguna, pensando en hombres como Raúl Gómez García.

Martiano desde la cuna

Las raíces del Poeta de la Generación del Centenario están profundas en el habanero poblado de Güines. Allí, en las tierras del Mayabeque, su abuelo materno colaboró con las huestes mambisas de Narciso López.
Virginia García, la madre del mártir, en una amplia entrevista concedida en los años setenta a la periodista Marta Rojas, contaba que crió a sus seis retoños en un ambiente de profundo patriotismo. Desde muy pequeños todos conocieron de la vida y las hazañas de aquellos hombres imprescindibles, como Agramonte, Maceo, Gómez y Martí. Sin embargo, ninguno como Raúl, el menor de todos, resultó tan influenciado por el ejemplo y las enseñanzas del Maestro.
Fue más tarde, en sus estudios primarios en el propio Güines, donde el niño Raúl encontró al profesor Valentín Cuesta Jiménez, un hombre de basta cultura y profundos sentimientos patrióticos y martianos. Entre los libros de cabecera que ayudaron a la formación del poeta mártir, muchos versaban sobre la vida y la obra del Apóstol. La mayoría de ellos estaban dedicados, de puño y letra, por Valentín Cuesta a aquel alumno preferido suyo, que constantemente ganaba premios en los concursos sobre José Martí, que la escuela, y él personalmente, organizaban con frecuencia.
Una compañera de estudios primarios en Güines, la doctora Olga Plenzuela, afirmaba en un artículo dedicado a Gómez García, publicado en la revista Mujeres, en 1984:
“… Era un martiano innato: quien lo trataba íntimamente tenía que conocer a fondo al Héroe Nacional. Siempre había en los labios una frase, un pensamiento, un verso de Martí. No conocí a nadie de esa edad que fuera tan martiano y lo supiera interpretar con tanta dedicación”.
En la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado se conservan decenas de libretos originales de un programa de Radio que el bachiller Raúl Gómez, a mediados de la década del 40, ya dirigía y escribía. Se trata del programa Orientación Ajefista, de la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad de la Logia José Martí de Güines. En sus editoriales, y en otros trabajos que salieron al aire, está como una constante la presencia del Héroe Nacional de Cuba.
Pero es en el Raúl poeta y escritor donde aparecen con más fuerza su amor por Martí y el amplio conocimiento sobre su vida y obra.
El 27 de enero de 1944, víspera del natalicio del Apóstol, cuando tenía solo 15 años, escribe Gómez García el que parece ser el primero de sus poemas dedicados al Apóstol:
La emoción cunde el espíritu
Se ven, el ramillete sano y nuevo
Que alegra y ufana nuestra alma
Se ven niños que en un sereno ruego
A Martí depositan lindas flores
Hermosas, dulces; henchidos de amores…
Seguirían luego otros como “Apología al Maestro”, sin fecha, pero con un vibrante mensaje de respeto y casi adoración por Martí. Su primera estrofa reza:
Conmuévase la tierra.
Se hablará de la frente más distinguida y alta.
Del pensamiento claro de un paladín de ideas
Cuyas voces de oro escritas han quedado
Como broncos ardientes de la inmortalidad
Se va a hablar del maestro…
De todos sus poemas dedicados a Martí es el Reclamo del Centenario el más conocido y completo, y el que más se acerca al pensamiento ya maduro de la generación de jóvenes que iría a dar la vida en el Moncada. Fue escrito el 28 de enero de 1953. Veamos la primera y última estrofas:
“Maestro, bajo tu frente enorme,
En la profundidad perenne de tus sueños
Se vislumbra el recuerdo de tus luchas de hombres;
Y en la angustia callada de este pueblo que es tuyo
Hay mil gemidos juntos clamándote en silencio,
Porque es sólo tu alma quien nos puede salvar.
(…)
Maestro…. que tu voz sea un grito que detenga la lucha
fraticida…
Que se borren de Cuba franjas que marchiten su estrella
solitaria…
Que se oiga tu voz omnipotente clamar los espacios
Siderales..
Y que caiga el tirano sanguinario vencido por la lucha
Libertaria.

Amar a lo Martí

Era Raúl Gómez un hombre de tan impresionante arraigo martiano, que en sus cartas de amor y confesiones íntimas hacía constante alusión al Maestro, o citaba algunas de sus frases, a veces sin siquiera mencionarlo.
De los varios amores que tuvo el poeta en su corta vida, fue la joven actriz Liliam Llerena quien más caló en sus sentimientos. Son, tan hermosas como los poemas, las cartas de Raúl a Liliam. Muchas de ellas fueron escritas de madrugada, en los pocos momentos de ocio que le dejaba ya la lucha revolucionaria. A veces las escribía minutos después de haber estado los dos juntos. Eran cartas que iban de un lado a otro de la misma ciudad donde vivían. Cartas de amor por sus dos pasiones: Liliam y la patria que sufría.
Una de esas cartas dibuja claramente al hombre tierno que fue Raúl Gómez García, y muestra la dimensión de aquella relación idílica con Liliam. Fue escrita en La Habana, el 2 de junio de 1952, el mismo día cuando sale a la luz el último número del periódico clandestino “Son los Mismos”. He aquí algunos fragmentos:
(…) Estoy viviendo estos días como de fiesta en mi interior, como un regocijo sano de ver como se empieza a cumplir la meta de mi vida. Esta alegría debe ser tuya también… es la alegría sincera del que ama el sacrificio por un ideal justo y por “la dignidad plena del hombre”.
(…) El sacrificio no es inútil, aunque tal vez sea intangible. ¡Pobre del hombre que no sepa construir…, alzar…., sembrar..! Está vacío! Prefiero estar muerto a estar vacío de ideal. Prefiero “verme muerto a verme vil”
Como puede verse, en una carta íntima a su amada, el joven revolucionario cita a Martí en dos ocasiones, y tiene el cuidado de entrecomillar.

“Por el honor del Centenario”

De la prosa revolucionaria y, valga la redundancia, martiana, de Raúl Gómez García, mucho debiera todavía estudiarse.
“Revolución sin Juventud”, escrito con la premura del desespero, y al calor de la impotencia ante el golpe de estado de Batista, el 10 de marzo de 1952, es una pieza inmensa de alto contenido histórico y filosófico. Comienza con la conocida frase: Sobre alegrías han de levantarse los pueblos y no sobre dolores… y termina con unas mayúsculas impactantes: MUERAN LOS HOMBRES ANTES DE SER ESCLAVOS DE OTROS HOMBRES…
Ya en su mismo primer párrafo “Revolución sin Juventud” hace referencia al Héroe Nacional cubano:
“Con el pecho agitado, en el ahogo mudo de la palabra buena, en esta hora aciaga de la patria de Martí, venimos a decir verdades justas sobre las circunstancias y los hechos…”
Luego, a lo largo de todo el texto, Gómez García recurre en diez ocasiones al Apóstol, a cuya vida y ejemplo de joven luchador dedica luego más de una página de texto, con frases como:
… Y ahí está ese corazón limpio de nuestro Martí, soñando ansias hermosas y redenciones nuevas. (…) ¡Cómo triunfa aquel espíritu gigante, siempre joven, en su fórmula de amor y de virtud!
(…) Aquel pecho libre no supo jamás callar ante la maldad o ante la injusticia (…) Aquel joven limpio se abrazó a la bandera de la solitaria estrella (…) Morir así, en pleno holocausto y desinterés por la patria, es vivir eternamente.
En los periódicos clandestinos “Son los mismos” y “El Acusador”, ambos dirigidos por Gómez García, aparecen constantemente referencias a Martí o citas de sus obras.
En el “Manifiesto a la Nación” conocido también como “Manifiesto del Moncada”, Gómez García plasma las ideas de Fidel y el pensamiento de lo mejor de su generación. Deja para la historia lo que es considerado el testamento político de los caídos, y la bandera de lucha de quienes sobrevivieron a los hechos del 26 de julio.
Martí está igualmente presente desde el primer párrafo, y luego en el cuarto, en el sexto, en el séptimo, en el décimo tercero, y en el décimo cuarto.
El inciso F de los principios que mueven la acción del grupo revolucionario, dice textualmente:
“La Revolución declara que reconoce y se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revolucionario Cubano, y en el manifiesto de Montecristi…”
Y en su antepenúltimo párrafo, Gómez García parafrasea a Martí, y afirma:
“Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos la República Nueva, con todos y para el bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos”.
Y termina el Manifiesto del Moncada con una frase bien clara: “Por el honor del Centenario”.
Su más conocido poema, el inconcluso “Ya estamos en combate”, escrito por Raúl Gómez vísperas del asalto, expresa en su primera estrofa, que se combate “Por la dulce memoria de Martí…”, y que “A la generación del centenario le caben los honores/ De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal”.

“Murió como él”

Raúl Gómez García fue un martiano desde la cuna hasta el último aliento. Quiso vivir y ser como el Apóstol, y lo logró: fue poeta, maestro, periodista, y cayó como él, en combate por la Patria. Pereció a consecuencia de los golpes recibidos el mismo 26 de julio de 1953 en las mazmorras del Cuartel Moncada. Su mirada, y el silencio que solo pudieron arrancarle sus torturadores, fue el más dulce homenaje al ídolo de toda su vida. Murió con el dulce placer de haberle seguido siempre… Y poder abrazarlo, por fin, en ese último instante que resumió su vida.

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